8 de septiembre de 2009

EL TOLIMA FIGURÓ EN LAS PRUEBAS

De manera inusual, se presentaron algunas pruebas de supervivencia de policias y militares retenidos por las FARC - EP, ayer en Bogotá. Luego de la captura del presunto insurgente quien portaba las pruebas, el Ejercito Nacional las reveló a todo el pais con el despliegue mediatico que los caracteriza.
De manera particular, nos alegra saber sobre la suerte de dos uniformados del Tolima que aparecen en los videos enviados por la insurgencia. Del mismo modo, nos anima a seguir luchando por una Acuerdo Humanitario que permita suplir esta crisis social, la cual.
Acontinuación, presentamos la nota completa publicada por el diario El nuevo día de nuestro departamento.


DOS TOLIMENSES INCLUIDOS EN LAS PRUEBAS DE SUPERVIVENCIA

El intendente Wilson Rojas y el Sargento del Ejercito Robinson Salcedo, son dos tolimenses de los siete rehenes de las FARC, que aparecieron en las pruebas de supervivencia que portaba el presunto guerrillero Ramiro Valbuena Ospina. Las familias de Rojas y Salcedo, después de seis años de no conocer la suerte de los uniformados recibieron estas imágenes con alegría y satisfacción.


En diálogo con EL NUEVO DÍA, Trinidad Orjuela, madre del sargento Robinson Salcedo, secuestrado en Miraflores, Guaviare, el 3 de agosto de 1998; manifestó estar muy complacida por volver a ver a su hijo después de más de dos mil 190 días y que presiente que su hijo recobrará la libertad más pronto de lo que el país se imagina.


"Cuando lo vi esa fue una alegría inmensa porque imagínense seis años sin saber nada de él. Lo único que conocíamos de Robinson fue lo que nos contó el doctor Alan Jara, quien nos dijo que estaba vivo, que era muy buen amigo, buen compañero y nos habló muy bien de él"


"Lo vi gordito, sonriente, buen mozo porque se afeitó, pues tenía la barba larga. Es que él en una carta me mandó a decir que no se afeitaba ni se peluqueaba hasta que saliera del cautiverio porque le había hecho una promesa al ‘zarco’ (Dios) de no peluquearse hasta que no saliera de allá".


"Entonces, me sorprendió verlo así porque todas las cartas que me dio la señora Marleny Orjuela (presidenta de Asfamipaz) eran con barba larga y me decía que no se la cortaría".


Dona Trinidad no dudó en explicar que una ‘corazanada’ le dice que su hijo regresará pronto a su hogar, para volver a disfrutar de su presencia.


"Yo sé que ya es pronto el regreso de él. Ya es tiempo porque pasaron 11 años de nuestras vidas sin Robinson. El 5 de diciembre cumple 36 años y esperamos tenerlo acá ese día, Dios quiera que pudiéramos porque nunca pierdo la esperanza de tenerlo vivo, acá con nosotros".


Por último, la madre del sargento Salcedo agradeció a los medios de comunicación "porque nos han colaborado para decirles a todos los secuestrados que no están solos", dijo no sin antes enviarle un mensaje a su hijo: "Lo quiero mucho y me dio mucha alegría saber noticias suyas. Esperemos que pronto le den la libertad a usted y todos los secuestrados", concluyó doña Trinidad con sus ojos iluminados por la alegría que la invade al saber que su hijo se encuentra en condiciones normales.

TRISTEZA EN LOS ROJAS


En la familia Rojas Medina no sólo reinaba la felicidad, pues quedaron sorprendidos de la delgadez de Wilson. Carolina, una de sus ocho hermanos manifestó que "El miedo y la tristeza que nos invade a la familia es por el desgaste físico que ha tenido, durante este tiempo en la selva. Nos duele saber cómo están pasando su vida allá, ese deterioro físico es una muestra de las enfermedades que están viviendo y la manera como los tienen en cautiverio", sostuvo.


Carolina, quien se encuentra preocupada por la nostalgia que siente su madre por ver a su hijo demacrado, señaló que aunque en esta oportunidad Wilson no la nombró espera que siga escuchando los mensajes que a diario le envían por la radio.


"A mi madre le dio alegría saber de él, pero igual está muy triste porque se ha envejecido mucho", sostuvo.
Además, indicó que su hermana Olga Lucía, quien lidera Asfamipaz en el Tolima recibió una llamada de la Policía Nacional de Bogotá, el domingo en la noche, para que asistiera de manera urgente a una reunión, "pero no sabíamos de qué se trataba, sólo hasta hoy, hacia las 9 y 30 de la mañana, nos llamó Olga de Bogotá a decirnos que era para unas pruebas que habían llegado", dijo.


Aseguró que en estos momentos desearía estar con mu madre y familiares "para darnos apoyo moral, pero en mi trabajo no me lo permite", dijo Carolina, mientras sus lágrimas rodaban por sus mejillas.


Por último, hizo sentido un llamado al Gobierno nacional y a la guerrilla de las FARC: "por favor empiecen a negociar. Ya no más porque están jugando con los sentimientos de nosotros y de ellos en la selva. Por favor lleguen a un acuerdo para que los liberen, dejen el orgullo a un lado y ya es hora de que regresen a sus casas porque han pasado 10, 11 y 12 años sin tener nuestros familiares. Ya es justo que regresen a sus casas". Concluyó.

MENSAJE DE ROBINSON


En el corto mensaje el sargento del Ejército, Robinson Salcedo, le mando un saludo a su familia en Ibagué y Ambalema . Además, “quiero agradecerle a colombianos por la paz por la gestión que están haciendo por nosotros”.


Agradeció, también, a las personas que están “haciendo cualquier actividad” para su liberación al igual que a Colombia “por estar pendiente de nosotros”.


MENSAJE DE WILSON


El subteniente, Wilson Rojas Medina, quien lleva 10 años secuestrado por la guerrilla de las FARC, envió un saludo a su familia, padres hermanos y esposa e hija.


Además, de el uniformado dio un agradecimiento a aquellas personas que los acompañan en el cautiverio a través de las diferentes cadenas radiales.


Le solicitó, de manera especial al Ejército Nacional que se entregara un 20 por ciento, de su sueldo, para su hija, otro a su madre y que el 50 por ciento le fuera guardado, en forma de ahorro, para cuando saliera de cautiverio.

tomado de: http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/politica/notas-politicas/13183-dos-tolimenses-incluidos-en-las-pruebas-de-supervivencia-.html

12 de junio de 2009

MONCAYO: EL CAMINO DE UN PADRE

Desde el día en que secuestraron a su hijo, el profesor Moncayo lo dejó todo para buscar su liberación.

Hoy, casi 12 años después, el caminante sigue en la lucha acompañado por su hija, que se convirtió en su mano derecha.

Gustavo Moncayo no está cómodo. Y tiene toda la razón. Dice con su voz pausada y baja que no está para fotos, que si quieren retratarlo que lo hagan en su lucha, porque lo suyo no es modelar frente a los lentes, lo suyo es buscar la libertad de los soldados secuestrados, entre los que cuenta su hijo Pablo Emilio.

El profesor Moncayo se agita y sus cadenas chocan y se escucha ese alboroto metálico. Se quiere ir. Su hija, Yury Tatiana, con su tono dulce lo tranquiliza, le dice 'Tavo' y le coge una mano y le arranca una sonrisa. El profesor dice que está bien, pero que basta de fotos. Yury es su hija, consejera y asistente. Yury salva la entrevista y se convierte en su asesora de medios.

Se parecen bastante. Ambos tienen esos ojos grandes y negros, solo que los de Yury son más luminosos que los de su padre, que a estas alturas se muestran opacos y cansados. Ambos son bajos y tienen esa inteligencia afilada que obliga a pensarse bastante cada pregunta, so pena de quedar como un desinformado o, peor, como un indolente. Yury ríe y Gustavo apenas sonríe. Yury dice que ha tenido que vivir más de lo que debe alguien de 22 años y a su papá, que tiene 57 años, dice que su vida regresa el día en que su hijo sea libre.

En el parque, donde nos encontramos, la brisa levanta la tierra y pega a la piel del profesor esa camisa trajinada y estampada con una foto de toda la familia Moncayo. Mejores tiempos. La gente pasa y algunos lo reconocen y gritan su nombre y lo saludan, mientras que otros, como él mismo dice, lo miran con distancia y desconfianza.

En este país de (bi) polaridades, la lucha de este hombre y su familia es tan ovacionada como impopular. Algunos aseguran, con ligereza, que es un enemigo del gobierno, cuando no un aliado de la guerrilla; mientras que otros reconocen en él a un padre en una situación desesperada, a un hombre que, como diría más tarde el fotógrafo que nos acompaña, ha tenido que hablar hasta con el mismo diablo para que su hijo regrese a casa.

Para definir a Yury y, claro, a su padre, se debería comenzar por el suceso que marcó el antes y el después, por el punto cero de su tragedia, que tiene fijada la fecha del 21 de diciembre de 1997, exactamente a las 8 p.m., cuando la familia Moncayo (el profesor, su esposa -también maestra- y sus hijas), recibieron una llamada en la que se les informaba la toma guerrillera al cerro de Patascoy (Nariño), donde el cabo Pablo Emilio Moncayo prestaba sus servicios al ejército.

Esa noche los medios pasarían informes de las bajas y los secuestros, mientras que el padre del cabo se refugiaba en una iglesia a conjugar dos verbos en infinitivo: llorar y orar. Sí, en Sandoná (Nariño), un pueblo calvado en la montaña, ese diciembre no hubo felices fiestas. Gustavo Moncayo recuerda con los ojos sumergidos en especialmente nada, que del 21 al 31 de diciembre se gastó todo el dinero en llamadas y taxis a Pasto para averiguar por la suerte de su hijo. Luego, gastaría lo que no tenía en más indagaciones y en la ida hasta Patascoy, que haría un mes después de no tener noticias y en donde encontraría los vestigios del feroz ataque, pero ningún rastro de su hijo. Más tarde hipotecaría, vendería y empeñaría cada posesión por lanzarse a la empresa de lograr el intercambio humanitario.

Yury ahora vive en Bogotá. Tiene una habitación en una casa de estudiantes. Es un lugar mínimo, de paredes pastel y adornadas con carteles que hablan de comunidades indígenas y afrodescendientes. Su cuarto no hace juego con esa voz tan suave, que remitiría a una jovencita de osos de peluche en la cama y grupos pop en los muros. Pero tratar de adivinarla por primeras impresiones sería un error monumental. Su figura pequeña y menuda confunde, se podría pensar en fragilidad, pero solo hay que escucharla con atención un poco, solo un poco, para darse cuenta enseguida que en esos 150 centímetros hay una fuerza de titán, que le ha alcanzado no solo para apoyar a su padre, sino para acompañarlo en cada travesía y convertirse en su mano derecha.

Ahora, por ejemplo, suena el celular de Yury y ella contesta y coordina una entrevista con un periodista extranjero, mientras acompaña a su padre a reuniones con otros maestros y le prepara un cronograma de futuras citas. Todo al mismo tiempo, pues convertirse en el ala administrativa de una lucha familiar es un trabajo que requiere no solo agilidad, sino de las 24 horas. Por eso ella de vez en cuando suelta un resoplido, dice que está cansada, que debe sacar tiempo para ella, pero sabe que la pausa no es un lujo posible por ahora. Luego mira el reloj y descubre preocupada que las horas avanzan.

Desde que el profesor Moncayo se convirtió en una figura nacional, cuando decidió marchar desde su pueblo a Bogotá (aquellos 900 kilómetros cubiertos centímetro a centímetro) en el 2007, Yury estuvo con él como una discreta sombra en cada paso. Por eso recuerda, como algo ya lejano, que su padre empacó dos pantalones, algunas camisetas y ropa interior en una mochila, mientras que ella se ofrecía a acompañarlo en lo que imaginó sería un corto recorrido, que se ha prolongado hasta hoy, pues a su casa en Sandoná apenas ha podido regresar una vez en estos dos años.

Yury intenta poner un orden a los sucesos. Empieza por las lágrimas que su padre quiso ocultar, por los silencios de su madre, por la hostil tranquilidad de una tragedia. Arma la historia por piezas, trata de recordar a su hermano y los meses de incertidumbre que se extienden hasta hoy. Recuerda que a su madre se le disminuyó el oído de tanto tener la oreja pegada al radio, que su padre dejó de cantar y tocar guitarra, a sus hermanas mayores y a la más pequeña (de 5 años) que no ha podido disfrutar de la presencia del profesor.

Su memoria le muestra la marcha, sus pies abiertos, la gente que se unía, la llegada a Bogotá rodeados de cámaras, las noches en la plaza de Bolívar en una carpa fría, las frustraciones, los viajes a Europa y por distintos países de América Latina (donde fueron invitados a dar su testimonio y a hablar del intercambio humanitario), la segunda caminata hasta Caracas, a los presidentes y grandes figuras que quedaron en el camino.

El profesor Moncayo guarda esos instantes en fotos que carga en una pequeña y desgastada cartuchera, que ahora saca de su mochila como si fuera un objeto sagrado. Mira cada imagen y luego las riega en la cama. Las ordena cronológicamente. Su pelo pasa de negro a cano.

Señala las fotos que algunos usaron para acusarlo de simpatizante de las Farc y que son reproducidas en YouTube, y cuenta que él fue hasta el Caguán a hablar por su hijo y por los otros soldados, que no se avergüenza ni lo oculta, pero que muchos ahora lo acusan de guerrillero, que las amenazas han estado a la orden del día, así como las humillaciones. Se detiene en la polaroid de Pablo Emilio. Su hijo está de camuflado, delgado y en la selva. Era un muchachito y ahora es un adulto, que vieron por última vez en la prueba de supervivencia enviada el 12 de marzo del 2008. Se queda mirándola y luego saca una hoja plastificada. Es una carta del hijo en la que dice cuanto los quiere y extraña. Se queda muy callado.

La cabeza de Yury se pega al pecho de su papá. Hay entre ellos un vínculo que sobrepasa el de padre e hija y llega hasta el de compañeros de una misma causa. Ella dice que no lo quiere abandonar, aunque también sabe que su propio camino se está abriendo, pues quiere estudiar Ciencias Políticas (pero no le ha alcanzado el tiempo ni el dinero) y ahora tiene la posibilidad de ir a estudiar becada cuatro meses al exterior. La noticia tiene tanto de dulce como de amargo para su padre, pues sabe que en poco perderá (al menos temporalmente) a su aliada, aunque también tiene claro que esa será una oportunidad para su hija.

Repica el celular del profesor Moncayo. El ring tone es Tren al sur. Ya llegaron a recogerlo para ir a Villavicencio. Un nuevo viaje para el caminante, otra jornada en esta travesía sin fecha de conclusión. Gustavo Moncayo se sube al carro con sus cadenas sonando. Yuri esta vez se queda y los caminos se separan, al menos por ahora.

La familia en Sandoná los espera. Hablan todos los días, pero desde hace mucho no se tocan, no se abrazan. La vida les debe años. Pablo Emilio continúa en la selva y su padre en el camino, en ese mismo que todavía recorre sin alcanzar la meta.

ENVIA: Ricardo Montenegro


19 de mayo de 2009

COSAS QUE PASAN EN IBAGUE EN EL HOMENAJE DE POLICIAS Y MILITARES


Estuvimos ayer en el evento que la Alcaldia de Ibagué hizo en pro de homenajear a los policias y militares "secuestrados" en poder de la insurgencia. Segun El Nuevo Dia, se habló unicamente de: "Liberenlos Ya sin condiciones". Lastimosamente, deseamos poner en cosideración, que la voz de Acuerdo Humanitario se escuchó, por parte de la misma señora Olga Lucia Rojas, representante de ASFAMIPAZ, en su discurso frente a la emblematica Plaza de Bolivar. Cosas que pasan en la información y el periodismo tolimense.


Reproducimos la noticia. Sin agregar comentarios, pues lo que se vivió fue distinto. Eso si, resaltamos la postura de la señora Rojas en torno al Acuerdo Humanitario.

Los secuestrados no se pueden olvidar, ¡libérenlos ya!: Botero


Por iniciativa del alcalde de Ibagué, Jesús María Botero, se inauguró ayer, la galería de fotografías de los tolimenses secuestrados por los grupos al margen de la ley, en la Plaza de Bolivar de la ciudad.

Este bulevar estará expuesto por 30 días, en homenaje a las familias y a las personas que aún están privadas de la libertad.El hall se planeó, además, para que los ibaguereños y tolimenses no olviden a las víctimas del secuestro y se solidaricen con quienes hace varios años no ven a sus seres queridos.

"En el Tolima, siete son los militares, policías y civiles que están secuestrados, llegó el momento de la paz y de que seamos uno a favor de la liberación. Liberen los Secuestrados… es el mensaje", manifestó el burgomaestre.

Por su parte, Olga Lucía Rojas Medina, hermana del intendente tolimense, Wilson Rojas Medina, secuestrado el 12 de julio de 1999, aseguró estar complacida con el evento y agradecida con el alcalde Botero por el gesto. "Queremos darle las gracias al doctor, Jesús María Botero por ese detalle que tuvo con nosotros hoy (ayer), por el acompañamiento que nos ha ofrecido a todas las familias de los secuestrados, porque es una forma de decirles que no están solos", dijo. Adicionalmente, resaltó esta jornada, "porque es importante decirle a la gente, por medio de este evento, que se solidaricen con los secuestrados para que sientan que aún estamos luchando por la libertad de ellos".

Olga Lucía, además, aprovechó la oportunidad para solicitarle al Gobierno nacional, "que retome la mediación de la senadora Piedad Córdoba porque es la que más liberaciones ha conseguido de todos los políticos que han trabajado. Por eso, le pedimos al Gobierno que por favor autoricen a la Senadora para que pronto podamos ver, sentir y vivir junto a nuestros seres queridos". De igual manera, la hermana del intendente Wilson hizo un llamado especial a las FARC: "por favor libérenlos sin condiciones", afirmó.

No hay voluntad

Para Carlos Moncayo, el hermano del ‘Caminante por la Paz’ que reside en la Capital Musical, el Gobierno nacional y las FARC no desean la liberación de los rehenes por parte de este grupo alzado en armas y no existe voluntad de las partes.
"Porque el uno afloja y el otro estira, de manera que no hay nada que hacer ahí. Si el Presidente no acepta la mediación de la senadora Piedad Córdoba, no habrá libertad de los campesinos secuestrados, de los soldados y policías, quienes no son personas importantes para el Gobierno. Pareciera que ellos fueran menos que los demás, pues se evidencia que el Gobierno no está haciendo fuerza para que salgan de la selva", precisó.

NOTICIA Y FOTO TOMADA DE "EL NUEVO DIA" DISPONIBLE EN LA RED

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/politica/notas-politicas/8631-los-secuestrados-no-se-pueden-olvidar-iliberenlos-ya-botero.html